¿Para qué haces una terapia? Por Rafael Romero.

Es verdad que no hay dos caras iguales entre los siete mil millones de personas que pisamos la tierra. Ya puestos, no hay ni siquiera dos formas de andar igual entre esos siete mil millones. Hay que reconocer, que este es uno de los grandes trucos de la vida, difícilmente comprensible desde un punto de vista racional. ¡Cómo puede haber tantas combinaciones posibles de facciones!

Siendo verdad que todos los rostros son distintos, todos lo son iguales. Son pequeñas combinaciones, minúsculas desviaciones, las que marcan nuestras diferencias. Sucede lo mismo en el plano emocional. Cuando los humanos son cocinados, todos contamos con los mismos ingredientes. No es que unos tengan rabia y otros angustia.  Aquél que camina por allí conoce el sabor de la envidia pero nunca ha probado la tristeza, mientras que aquel otro respira angustia a cada bocanada de aire pero sus pulmones nunca han exhalado humillación. 

No haces una terapia para ser mejor, la haces para vivir mejor.

No, todos los humanos estamos hechos de la misma pasta. Fuego y agua son nuestra materia prima. Varía la cantidad de agua y la fuerza del fuego con el que somos cocinados, por lo demás, hermanos de origen. Habitualmente, las personas que inician una terapia piden a sus terapeutas que les ayuden a ser personas distintas, mejores.  ¿Mejores? ¡Menuda barbaridad! No puedes ser mejor de cómo eres, puedes vivir mejor, hacer más felices a los demás, ser más feliz, pero mejor, es imposible.

No hay nada en ti por lo que avergonzarse. La terapia te dará calidad de vida, pero no valen más las personas tranquilas y alegras que las ansiosas y tristes. Viven mejor, pero no valen más. No eres distinto a los demás.

En cualquiera de nosotros habitan todos los ingredientes que forman la dieta humana. Si diseccionas el cuerpo emocional de cualquier humano, encontrarás toda la paleta de emociones posible. Rabia, envidia, frustración, culpa, vergüenza, pena, humillación, pánico, soledad, miedos, ansiedad, celos, venganza, desprecio.

Una terapia no es para cambiarte, no es para eliminar un ingrediente de la receta, es para que ninguno de estos ingredientes sea tan fuerte que el plato acabe sabiendo sólo a él. No queremos que te deshagas de tu agresividad, tristeza o ansiedad. Eres la suma de tus ingredientes. Como los rostros, eres la milagrosa combinación de los rasgos de tu personalidad. Quitaremos cien gramos de allí y pondremos doscientos gramos de auto aceptación y responsabilidad por aquí.  Esto es más que suficiente, si la paella lleva lentejas en lugar de arroz ya no sería una paella. Eres lo que eres.  

No haces una terapia para ser mejor, la haces para vivir mejor.