¿Cómo fomentar la autonomía y evitar la sobreprotección?

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“No les estamos preparando para la vida y este es un error que ningún padre o madre se puede permitir”. Así de rotunda nos cuenta la conocida psicóloga María Jesús Álava Reyes cuando habla de sobreprotección. Y es que fomentar la autonomía de nuestros hijos es nuestro mayor imperativo como educadores. Porque así formaremos a personas capaces, con criterio propio, no manipulables, valientes a la hora de afrontar retos. ¿Te apuntas a conseguirlo? Nuestros expertos te dan las claves.

LA SOBREPROTECCIÓN, LO CONTRARIO DE FOMENTAR LA AUTONOMÍA

En este vídeo de la plataforma María Jesús Álava Reyes nos explica con claridad qué es la sobreprotección, por qué se produce, qué efectos tiene y cómo evitarla. Tener en cuenta que nuestros hijos vienen con todas las capacidades de serie para ser autónomos y entender que, para fomentar la autonomía, hay que sustituir miedo por confianza son las claves. Toma nota:

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FOMENTAR LA AUTONOMÍA SE PARECE A DEJAR QUE UNA PLANTA PASE SED

Félix Muñoz, experto en comunicación y aficionado a la jardinería, nos cuenta por qué las plantas no crecen fuertes si no dejamos que pasen sed y les damos todo lo que necesitan. Félix nos ofrece así un poderoso mensaje para educar.

CLAVES PARA FOMENTAR LA AUTONOMÍA DE NUESTROS HIJOS

Ya conocemos el daño que produce la sobreprotección en el crecimiento e incluso en el cerebro de nuestros hijos. Por eso debemos tener muy en cuenta las claves para evitar caer en esta inercia.

  • Sustituir el miedo por la confianza. El primer cambio que podríamos hacer para dejar de sobreproteger a nuestros hijos es un cambio de mentalidad. Creámoslo de una vez: nuestros hijos son muy capaces de afrontar retos, han nacido, de hecho, para eso y quieren hacerlo. Nuestros hijos pueden pensar por sí mismos, con nuestra atenta escucha, cómo solucionar un problema con un amiguito del cole, son capaces de aprender a vestirse, si les damos tiempo, a muy temprana edad y pueden responsabilizarse de sus trabajos escolares sin nuestra supervisión constante. Claro, no lo harán perfecto, cometerán errores, pero “nos estamos olvidando de que cuando nuestros hijos prueban y fallan, aprenden. Y cuando prueban y aciertan se llevan un chute de autoestima”, nos recordaba Noelia López-Cheda en esta ponencia.

  • No hacer por ellos lo que ellos pueden hacer. ¿Tu hija puede meter en su mochila el material que necesita para su clase de balonmano? ¿Tu hijo puede hacer su maletita para la fiesta de pijamas que va a pasar en casa de un amigo? Si la respuesta es sí, sería interesante animarles a hacer esas tareas por sí mismos, con nuestra supervisión si lo consideramos necesario, aunque lo peor que puede pasar es que, si se han olvidado algo, se acordarán mejor la próxima vez. Más aún: ¿Tu hijo puede llevar su mochila a la salida del cole? Seguramente sí, ¿verdad? Entonces: ¿por qué vemos tantas madres y padres “sherpa” a las salidas de los colegios, tal como nos contó Eva Millet?

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  • Pensar juntos soluciones. Muchas veces pensamos que, como madres y padres, nuestro trabajo es rescatar a nuestros hijos de los problemas lo antes posible, y darles las soluciones rápido. Pero, como nos dice María Jesús Álava, así no les enseñamos a pensar en soluciones. Así que, ante un problema o un conflicto, incluso una pelea entre hermanos, antes de rescatar e imponer sentencia desde fuera a lo mejor es preferible preguntarles: “¿Cómo se te ocurre que podemos solucionar esto?”. Seguramente así aprenderán más y se sentirán más capaces y protagonistas.
  • Aprender de las consecuencias. Las consecuencias de sus propios actos son mucho mejores maestras que nuestros sermones y nuestros reproches. Y, además, contribuyen a un ambiente familiar más relajado. Si nuestros hijos no quieren hacer los deberes, tal vez es mejor dejar que vivan las consecuencias de este acto que haya establecido la profesora que andar detrás de ellos diciendo miles de veces: “Ponte con los deberes”. Si nuestro hijo decide dejar abandonado en cualquier lugar del parque un balón con el que ha estado jugando, una consecuencia muy probable, a no ser que queramos rescatarlo, es que lo pierda. Y de esas consecuencias nuestros hijos aprenden, si les dejamos.

FUENTE: www.elperiodico.com