DEPRESIÓN Y OTROS TRASTORNOS DEL ESTADO DE ÁNIMO

La depresión es un trastorno afectivo o del estado de ánimo que puede variar desde una bajada en ese estado de ánimo hasta un síndrome (conjunto de síntomas) clínico más grave y de mayor duración. Aunque hay un uso muy extendido para decir que estamos deprimidos cuando nuestro estado de ánimo está un poco más bajo, ante un mal día, cuando estamos cansados o tristes, la depresión es mucho más que esto. Es uno de los problemas más comunes con los que nos enfrentamos en nuestra sociedad actualmente e implica cambios importantes en nuestra forma de sentir, pensar y actuar, y además, repercute negativamente en la esfera social, laboral o personal del deprimido de forma significativa e incluso incapacitante.

Se le llama endógena cuando los factores que la generan están más determinados por la constitución de la persona y aparentemente sin desencadenantes externos; y, exógena o reactiva, cuando está motivada principalmente por factores externos. En general, suele ser un compendio de factores

¿Cómo funciona?

Cuando una persona se deprime, es necesario que en su ambiente ocurran cambios que sean percibidos como desagradables. En psicología se llama pérdida de reforzadores, es decir, pérdida de algo o alguien valioso que produce un desequilibrio entre el balance positivo y negativo percibido por la persona. Importa el valor subjetivo que se le otorgue a la pérdida.

Los acontecimientos vitales más importantes que podrían producir una depresión serían aquellos no deseados, no controlables o inesperados y que pueden suponer un peligro para la persona. La pérdida o enfermedad de personas queridas, problemas familiares o de pareja, problemas laborales o pérdida del trabajo, problemas económicos, cambios de domicilio o incluso sufrir otro problema psicológico, es decir, aquellas situaciones estresantes o crónicas que requieren mucho esfuerzo de  afrontamiento.

Cuando la persona percibe estas pérdidas, pasa por un periodo normal de tristeza, pero si no se afronta de forma eficaz, comenzará a deprimirse. Ahí empiezan a producirse cambios que implican una modificación en el funcionamiento bioquímico del sistema nervioso central (el cerebro baja su producción de neurotransmisores – norepinefrina, serotonina… – que son los que regulan el estado de ánimo) que ayuda a que la depresión se asiente.

Además de la pérdida de reforzadores puede darse un aumento significativo de los eventos negativos percibidos que, de nuevo, pueden desequilibrar la balanza restando valor a lo positivo.

Así, hay veces en que la pérdida es muy clara pero otras en las que son más sutiles, incluso podrían estar enmascaradas con cambios aparentemente positivos. Según Beck, se define un modelo depresivo basado en una tríada cognitiva en la que habría una tendencia a que la persona se vea de forma negativa (observándose defectuoso e inútil); una tendencia a interpretar el medio externo como demandante y “culpabilizador” y una tendencia a generar unas expectativas negativas de fututo. Todo ello sumado a esquemas de pensamiento erróneos hace que las experiencias vitales se interpreten como negativas y el futuro se perciba con sensación de fracaso.

Cuando la persona pierde reforzadores, genera pensamientos y emociones negativas y deja de hacer actividades (primero las voluntarias y luego las obligatorias), se entra en una trampa que, si no se corta,  hace que se mantenga la depresión.

Así, una alteración en la forma de pensar, a su vez, afecta a la forma de sentir y comportarse, con consecuencias que pueden ir desde la incapacidad laboral al suicidio.

Muchos sufren pérdidas en uno u otro momento de sus vidas, pero solo un 8% aproximadamente de la población general se deprimen clínicamente de forma grave, aunque esta cifra está subiendo rápidamente condicionada por la sociedad y el sistema de vida.

Principales síntomas de la depresión

Cognitivos: sensación de incapacidad para afrontar el día a día, pérdida de interés o placer por actividades que antes eran gratificantes, sentimientos de inutilidad y culpa recurrentes, la vida se ve vacía y sin interés (anhedonia), ideación suicida o pensamientos recurrentes sobre la muerte, infelicidad, desesperanza y pesimismo, pensamientos irracionales.

Fisiológicos: tristeza, decaimiento, apatía, anhedonia, abatimiento, astenia (pérdida de energía), ansiedad e irritabilidad, cambios en los ciclos del sueño (insomnio o hipersomnia), disminución del peso o aumento del mismo (por la ansiedad, se come más), dolor de cabeza, inhibición de la libido, afecta al sistema inmunológico con lo que se corre el riesgo de sufrir más enfermedades, dolores crónicos.

Motores: enlentecimiento mental o agitación psicomotriz, olvidos y dispersión (disminución de la atención y la memoria), llorar, aislarse, intentos de suicido.

Clasificación de los trastornos del estado de ánimo

Trastorno Depresivo Mayor: Se dan los síntomas depresivos de tipo cognitivo, fisiológico y motor, al menos, durante seis meses y la mayor parte de los días. Estos síntomas interfieren con las capacidades de la persona para afrontar la vida y le impiden disfrutar de lo que antes le resultaba placentero. Según la gravedad de los síntomas y el tiempo de duración de la enfermedad, se puede correr un alto riesgo de ideación suicida con tentativas de suicidio.

Trastorno Distímico: En este trastorno existe un estado de ánimo crónicamente depresivo la mayor parte del día y durante casi todos los días en un periodo de al menos dos años. Estos síntomas crónicos no incapacitan pero si interfieren en el funcionamiento y bienestar personal.

Trastorno Bipolar: Se producen una serie de cambios clínicos en el estado de ánimo que pueden variar de la euforia o manía (nivel alto de ánimo) a la depresión (nivel bajo de ánimo). Pueden ser cambios graduales o rápidos, e incluso producirse varios cambios en un mismo día. Este tipo de trastorno es patológico y tiene carácter cíclico.

Otros trastornos dentro de este grupo serían: El trastorno del estado de ánimo debido a enfermedad médica y el trastorno del estado de ánimo inducido por el consumo de sustancias (alcohol, cocaína, sedantes, ansiolíticos…).

Clasificación de los trastornos depresivos

Episodio depresivo mayor: Al menos durante dos semanas hay un estado de ánimo depresivo y pérdida de interés o de la capacidad de placer la mayor parte del día (llora y se siente triste), afectación del sueño, del peso corporal, agitación o enlentecimiento… provocando malestar significativo o deterioro de la actividad del individuo. No son debidos a un duelo.

Episodio maníaco: Periodo diferenciado de un estado de ánimo anormal y persistente, expansivo o irritable que dura una semana al menos y que cursa con otros síntomas como autoestima exagerada, dormir poco, hablar más, más distracción, mayor agitación o conductas con riesgo (gastos excesivos en compras, inversiones alocadas, conductas sexuales indiscretas…). Si no se trata puede desencadenar un estado psicótico. No es producido por consumo de sustancias.

Episodio mixto: Se cumplen las características de los dos apartados anteriores al menos durante una semana.

Episodio hipomaníaco: Se trata de un período diferenciado en el que el estado de ánimo es persistentemente elevado, expansivo o irritable al menos durante cuatro días y que es claramente diferenciado del estado de ánimo habitual junto a más síntomas similares al episodio maníaco. No es lo suficientemente grave para requerir hospitalización pero es perceptible por el que lo padece y los de su entorno.

Tratamiento combinado de la depresión

Tratamiento Cognitivo-Conductal: La terapia cognitivo-conductual se ha constatado de gran eficacia para este tipo de trastornos ya que trabaja los componentes cognitivos (pensamientos) y conductuales. El objetivo que se persigue es cambiar los patrones depresivos provocados por la situación a través de técnicas cognitivo-conductuales, que modifican la vulnerabilidad psicológica ante la pérdida y ayudan a reestructurar los pensamientos disfuncionales o irracionales que generan esas respuestas inadaptadas.

Una buena evaluación diferencial a través de una historia completa y el uso de cuestionarios estandarizados que evalúen el caso de forma individual, generará un diseño también individual del tratamiento adecuándolo a cada caso.

Tratamiento Farmacológico/Psiquiátrico: Dependiendo del caso llega a ser eficaz a corto y medio plazo para el alivio de los síntomas. Y en los trastornos más patológicos, aumentan la eficacia del tratamiento psicológico ya que regulan a largo plazo el funcionamiento bioquímico del Sistema Nerviosos Central.

¿Cómo trabajamos en el Centro de Psicología Álava Reyes?

Ante estos casos, nos planteamos los siguientes objetivos:

  • Mejorar la situación anímica y restaurar el funcionamiento de las capacidades de la persona, mejorando su calidad de vida.
  • Entrenamiento en reestructuración cognitiva, como herramienta preventiva de posibles recaídas. Se dota a la persona de estas herramientas que, tras su uso, genera unos hábitos de pensamiento racional y positivo. Se revisan los errores o distorsiones cognitivas y se ayuda a ver la situación de forma realista.
  • Esto hace que uno se sienta mejor y obtenga un mayor manejo de su vida al interactuar consigo mismo y su entorno.
  • La ayuda psicoterapéutica, en este caso, es un gran apoyo para reelaborar los problemas con cogniciones más ajustadas y resolutivas.
  • Programa de actividades gratificantes que vayan ordenando el tiempo y las elecciones positivas que fueron dejándose en el trascurso del estado depresivo.
  • Un conjunto de tareas para realizar en casa que guíen a la persona que está afectada anímicamente para que aprenda a elegir nuevos patrones de conducta que ya no funcionen en sintonía con ese estado de ánimo desadaptativo.>
  • Definir los objetivos vitales y hacer frente a situaciones extremas como la ideación suicida.
  • Desarrollar un programa completo de autoestima que implique herramientas de manejo de la inteligencia emocional y la asertividad.
  • Entrenar en técnicas de resolución de problemas (sobre todo aquellos que se han ido evitando y que generaban estrés e inquietud y que ahora se pueden afrontar para resolverlos adecuadamente) y el entrenamiento en toma de decisiones y afrontamiento de consecuencias.
  • Entrenamiento de técnicas de relajación y control de la activación, en caso de ser necesario.
  • Dependiendo del diagnóstico y de la gravedad de los síntomas (depresión mayor, depresiones con síntomas psicóticos, trastorno bipolar…) se opta por el recurso psiquiátrico, quien tiene las competencias necesarias para la administración de fármacos y la regulación de los mismos, a lo largo de todo el proceso, hasta que el paciente remite su sintomatología, aprende las nuevas herramientas de manejo y las va poniendo en práctica en su día a día.