El caso de Fernando

Problemas en el trabajo, demasiado estrés

Fernando, un buen trabajador, estaba en medio de una lucha de poder, donde uno de los dos bandos había tomado la decisión de utilizarle como una diana a la que dirigir sus dardos. Una diana con la que demostrar a la parte contraria su poderío y su capacidad para destruir a cualquier persona que ellos escogieran, por muy brillante y limpia que fuese su trayectoria profesional.

El medio que estaban utilizando para esta destrucción era una munición siempre peligrosa: las dudas; las dudas continuas sobre su idoneidad.

Fernando estaba en medio de unos rumores, perfectamente orquestados, cuya finalidad era lanzar un aviso intimidatorio y una carga de profundidad a su director general.

El Consejo de Administración estaba dividido entre los que apoyaban al presidente y los que se mostraban leales a la labor impecable que, desde el punto de vista profesional, había realizado el actual director general, y que había llevado a la empresa a una situación financiera muy saneada.

Resumiendo mucho los hechos, algunas personas, cuando ven que sus privilegios peligran, se lanzan al ataque, y en esa confrontación no dudan en coger lo que podríamos llamar rehenes “circunstanciales”; profesionales que sólo se han dedicado a hacer bien su trabajo, pero que han sido nombradas o seleccionadas por el “enemigo” y se muestran leales a éste.

Aunque, más bien, deberíamos decir que se muestran leales a la empresa y tratan de defender los intereses legítimos de la organización y de sus accionistas.

Pues en medio de esa especie de batalla estaba Fernando y, para desgracia suya, le habían elegido como instrumento para debilitar al director general; porque él le había nombrado para su actual cargo, hacía dos años.

Las dudas que estaban lanzando eran muy canallas, pues llegaban incluso a cuestionar la honorabilidad y la gestión de Fernando. Como suele suceder en estos casos, no lo hacían basándose en la verdad, sino que tergiversaban una serie de hechos y atribuían a Fernando decisiones que se habían tomado en ámbitos superiores.

Pero, tal y como las exponían, parecía que había sido nuestro protagonista quien había realizado determinadas adjudicaciones, que podrían haberle supuesto el cobro de algunas comisiones.

Fernando no podía creerse que estuviera siendo objeto de una campaña tan ruin y tan injusta, pero le habían hecho llegar un mensaje muy claro: o apoyaba una reprobación contra el director general, o perdería su trabajo, y además sería un despido procedente, pues tenían pruebas suficientes para demandarle.

Cuando le vimos, no habían conseguido el objetivo de que firmase y apoyase un escrito, una especie de denuncia contra el director, pero vivía en un estado de ansiedad permanente. De hecho, en los últimos siete días, había ido dos veces a urgencias, donde, después de suministrarle ansiolíticos, le habían referenciado a su médico de atención primaria.

Su médico, al comprobar el nivel de ansiedad que tenía, le había dado inmediatamente la baja, pero Fernando seguía sin poder dormir más de dos horas y media seguidas, y durante el día vivía en una angustia permanente.

Una carga adicional que llevaba sobre sus espaldas es que no quería preocupar a su mujer y sólo le había contado una parte de lo que pasaba. Pero ella sospechaba que algo grave ocurría y decidimos, de acuerdo con Fernando, que tenía derecho a conocer toda la verdad.

Finalmente, para nuestro protagonista el dilema estaba muy claro: o resistía y defendía su gestión, su honorabilidad y su lealtad al director general; o transigía y firmaba algo que no era verdad.

Tenía muy claro que no mentiría, y no cedería al chantaje. De lo que seguramente no era consciente era hasta qué punto estaba débil y vulnerable, y hasta dónde podía resistir en sus actuales condiciones con ese sufrimiento constante.

En esa situación la pregunta clave era: ¿creía en él lo suficiente, como para enfrentarse a esa situación que habían creado, donde habían vertido importantes dudas sobre él y su ética profesional?

Aunque estaba muy débil, nuestro protagonista tenía clarísimo que creía totalmente en él y en su inocencia, que por nada del mundo cedería y que por eso nos pedía ayuda, para poder enfrentarse en las mejores condiciones al ataque tan feroz de que estaba siendo objeto.

Aprovechamos esas semanas de baja para trabajar intensamente con Fernando, para conseguir fortalecerle, para que recuperase el control de sus emociones y de sus principales hábitos de vida: sueño, alimentación, ejercicio, equilibrio emocional.

Trabajamos estrechamente también con un abogado que se encargó de la parte legal, para defenderle de la trama que habían urdido contra él.

La sorpresa que se llevaron en su trabajo fue mayúscula. Lejos de encontrarse a una persona débil y vulnerable, cuando nuestro protagonista se incorporó, actuó con mucha proactividad e inteligencia emocional.

Pronto vieron que no conseguirían hundirle, que no surtirían efecto sus amenazas; por el contrario, fue él quien presentó una demanda por acoso laboral, por mobbing continuado.

En cualquier caso, los siguientes meses fueron muy duros para él, teniendo que demostrar continuamente su inocencia. Pero, como él mismo nos dijo el último día: “Si crees en ti, no tienes dudas de que puedan tumbarte, ni hay mentiras que te arruinen la vida”.

Nuestro protagonista venció; los que le atacaron no consiguieron crearle dudas y, por ello, no pudieron vencerle. A estas alturas ya sabemos que el enemigo imbatible es el que está dentro de nosotros.

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