Era una persona muy agradable, sociable, competente profesionalmente, que suscitaba confianza y simpatía a su alrededor.
Aunque pasó una temporada muy difícil cuando descubrió cinco años atrás que su marido la engañaba con una “amiga,” se había repuesto de aquel trance y hacía un año que se había vuelto a casar.
En el trabajo siempre había sido una persona muy valorada por sus compañeros y sus jefes.
Tenía un puesto de responsabilidad, con dos personas a su cargo, y figuraba en la lista de personas con “talento” de su empresa, que seguían un plan de formación que facilitase su futuro desarrollo profesional.
Estaba embarazada de seis meses y tenía un niño de 6 años de su anterior matrimonio.
Aunque todo parecía sonreírla, cuando vino a vernos estaba a punto de cogerse una baja por depresión.
Cuando analizamos su caso en profundidad, vimos que a una antigua compañera, a la que ella había ayudado mucho cuando entró en la empresa, la habían ascendido tres meses atrás, y ahora que estaba a su mismo nivel, le hacía la vida imposible a nuestra protagonista.
Ángela no acertaba a comprender qué estaba pasando.
Ella siempre le había brindado su amistad y su ayuda a esta persona, por eso no se explicaba qué había sucedido.
Pero la realidad era muy evidente: jamás había tenido problemas con su jefe y, últimamente, este parecía desconfiar de ella.
De hecho, le había llamado dos veces la atención por fallos que ella no había cometido, pero de los que esa compañera había responsabilizado a Ángela.
Algo parecido estaba ocurriendo con otro compañero.
De repente, sin saber la razón, este se mostraba muy suspicaz con nuestra protagonista.
Otra sorpresa en la misma línea fue cuando una de sus colaboradoras le dijo que se sentía muy decepcionada con ella.
La colaboradora le expresó que siempre la había considerado una gran persona y una excelente jefa, pero que ahora se había dado cuenta de que, en realidad, utilizaba a la gente para ascender en la empresa.
Pero la gota que colmó el vaso fue cuando, en una reunión del grupo de profesionales con talento de la empresa, se le acercó una amiga que la quería mucho y le dijo que tuviera cuidado.
Le contó que la famosa “compañera” la había llamado con una disculpa del trabajo, pero que en realidad lo que había pretendido era descalificarla, vertiendo una serie de mentiras sobre Ángela.
Esa amiga, que la conocía muy bien, se dio rápidamente cuenta de que dicha compañera quería dañar su reputación.
Ángela, que además estaba teniendo un embarazo difícil, se vino abajo.
Empezó con una ansiedad que le afectaba a todas las áreas de su vida, que le impedía descansar y que la agotaba, pues estaba permanentemente “en alerta.”
No paraba de preguntarse:
«¿Qué le he hecho yo?»
«¿Cómo puede decir estas mentiras de mí?»
«¿Qué puedo hacer?»
«¡No entiendo nada!»
Lo que más difícil le resultaba de encajar a Ángela eran las mentiras continuas que esta mujer vertía sobre ella.
Los registros (anotaciones) que le pedimos sobre las conductas de esta “compañera” y sobre los sucesos “extraños” que se estaban produciendo en su trabajo nos dejaron al descubierto una realidad muy patente.
Estaba ante alguien con altos niveles de maquiavelismo, que cumplía todos los requisitos que se dan en estas personas.
Su compañera mentía constantemente, tergiversaba las confidencias que en algún momento le pudo hacer Ángela, tenía como objetivo dañar su reputación para que la sacasen de la lista de personas con talento (y de paso poder optar ella a una promoción que prácticamente nuestra amiga tenía conseguida).
Sus conductas mostraban una envidia constante.
Le fastidiaba hasta que Ángela fuese una chica físicamente agradable, se apropiaba del mérito de trabajos que había realizado Ángela y su equipo…
Y por todos los medios intentaba que se hundiera física y emocionalmente, para que le dejase el camino libre.
Afortunadamente, Ángela había pedido ayuda profesional, pues resulta muy difícil hacer frente a estas personas que mienten sin piedad, que tergiversan todo lo que ocurre a su alrededor, que se obsesionan con conseguir sus fines a costa de lo que sea.
Personas que no parecen tener límite en sus conductas deshonestas.
Lo primero que hicimos, como siempre, fue centrarnos en recuperar a Ángela.
Trabajamos para conseguir que volviera a sentirse bien consigo misma, que descansara, que su sueño fuera reparador, que no se despertara en un estado de permanente ansiedad, que no cayera en las provocaciones constantes de esa compañera y que empezara a recoger “pruebas” y hechos irrebatibles que demostrasen hasta dónde llegaba su maquiavelismo.
Ángela lo hizo muy bien.
Cuando consiguió las primeras pruebas, habló con su jefe, con su equipo, con las personas con las que trabajaba todos los días y puso al descubierto los hechos que demostraban las mentiras continuas en que incurría esta compañera.
Como buen perfil de persona maquiavélica, cuando vio que su plan se podía volver en su contra, empezó a recular e intentar sofocar “el incendio.”
Y en parte lo consiguió.
Logró que su jefe directo no tomase represalias contra ella.
Le convenció de que en realidad todo eran un cúmulo de equívocos, que nunca había existido mala intención por su parte y que no volvería a suceder.
Su jefe la creyó, pero ante la mayoría quedó en evidencia.
Ángela, que no era una persona beligerante, llegó un momento en que se sintió satisfecha con lo conseguido y pensaba que no merecía la pena seguir destapando cómo era esta persona.
“Tú verás,” le dije, “es lógico que quieras terminar con esta pesadilla, aunque esta persona volverá a las andadas e intentará buscar nuevas víctimas.
Y quizás ahí te plantees si no debías haber concluido el trabajo que has empezado.
De todas formas,” remarqué, “si le haces ver que aún te quedas con una serie de pruebas, que pondrás al descubierto en cuanto vuelva a intentar algo parecido, es posible que se controle algo más cuando tenga la tentación de volver a hacer con alguien lo que intentó contigo.”
El único límite ante el que reacciona una persona maquiavélica es cuando piensa que sus mentiras se pueden volver en su contra.
Que no abuse de nuestra generosidad quien es capaz de actuar desde la envidia, la mentira y la crueldad.
Ángela vio que, en el caso de esta persona maquiavélica, podíamos descubrir que mentía a través de algunos indicadores que, en ella, siempre se daban:
Mostraba gran rigidez en los movimientos de sus manos y de sus piernas.
Mostraba poca inmediatez; es decir, tardaba en responder ante algunas preguntas directas.
Alargaba las pausas en sus respuestas.
Elevaba mucho el tono de su voz.
De todas formas, no pensemos que todas las personas que presentan altos niveles de psicopatía mienten de la misma forma.
Recordemos que no es fácil detectar cuando alguien miente.
Solo un entrenamiento exhaustivo y una observación muy rigurosa nos permitirán descubrir los indicadores de que alguien está faltando a la verdad.