El caso de Itziar

Educación sobreprotectora

Los padres de Itziar acudieron a vernos cuando la niña contaba con ocho años de edad.

Itziar es hija única, y sus padres estaban preocupados porque notaban que le costaba relacionarse con los niños de su edad. Todos los días volvía del colegio diciendo que no le dejaban jugar, que se había peleado con sus amigas o que se reían de ella.

Ante estos comentarios, los padres de Itziar acudieron al centro escolar y se encontraron con que la descripción que la profesora hacía de la niña no correspondía a lo que ellos creían.

La tutora les explicó que Itziar tenía muy baja tolerancia a la frustración, era muy impulsiva y se enfadaba por todo. Cuando no se jugaba a lo que ella quería en el patio, se enfadaba mucho, se echaba a llorar e interrumpía el juego de los demás niños, o si el juego incluía turnos, no los respetaba y se intentaba colar siempre.

Al realizar la historia clínica con los padres, observamos que no estaban muy de acuerdo con las pautas educativas impuestas por el colegio; creían que eran muy duras, que había muchas normas y que no estaban tratando a su hija como ella se merecía.

En este caso, además de trabajar con la niña, también tuvimos que intervenir con los padres, cambiando su estilo educativo, pues estaban siendo muy sobreprotectores con ella.

Dormía en su habitación; ellos se encargaban de prepararle la mochila y la cargaban para que la niña no cogiera peso. En casa, siempre se hacía lo que ella quería, por lo que no había aprendido a negociar, ni a ceder, ni a tolerar la más mínima frustración, ni a esperar su turno.

Trabajamos con sus padres para que entendieran que con su actitud estaban impidiendo que su hija se desarrollara correctamente.

Además de trabajar con la niña dotándole de Habilidades sociales, de técnicas de autocontrol y de estrategias para resolver los conflictos, ellos tendrían que empezar a actuar de forma diferente:

Itziar tendría que aprender a dormir sola en su cama, que es lo que corresponde a una niña de ocho años.

Ella se haría responsable de su mochila, de prepararla por las tardes y de llevarla al colegio.

En el caso de no haberse enterado de los deberes a realizar, Itziar llamaría a una amiga para que se los dictara; su madre no podría pedirlos a través del WhatsApp a otras madres.

En casa se iban a fijar unas normas y unos límites, para que la niña aprendiera a respetarlos, pues en el colegio no lo estaba haciendo y eso le acarreaba problemas de rechazo social.

No siempre harían lo que la niña quisiera; tendría que aprender a esperar (no podían satisfacer sus deseos de forma inmediata) y a ceder. Si iban a jugar, primero se jugaría a lo que los padres eligieran y luego a lo que Itziar quisiese. (Cuando un niño o una niña no sabe ceder y cree que en el patio hay que jugar cada vez a lo que él o ella quiere, en lugar de asumir que se vota y que se juega a lo que la mayoría prefiere, es la causa de gran parte de los problemas).

Tendría que bañarse ella sola, y sus padres le ayudarían a aclararse el pelo cuando tocara.

Solo realizando un trabajo conjunto con sus padres y cambiando su estilo de crianza sobreprotectora conseguiríamos que la niña mejorase.

De poco iba a servir la intervención psicológica con la menor si los padres seguían allanándole el camino y solventando todos sus problemas, pues tal forma de actuar impedía que la pequeña adquiriera aprendizajes básicos para conseguir el autocontrol y los recursos necesarios para desenvolverse con éxito en las situaciones sociales.

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