Beatriz es una niña de siete años de edad, con una hermana, Blanca, de cinco años.
Cuando sus padres vienen a vernos, nos cuentan que Beatriz tiene mucho carácter, se enfada con facilidad y hay que hacer las cosas cuando ella quiere.
El momento más conflictivo es el de hacer los deberes del colegio y del kumon (sistema de refuerzo del cálculo). Se eterniza, protesta mucho, monta grandes pataletas… Los padres ya no saben qué hacer para que trabaje, así que han optado por quedarse con ella haciendo los deberes, pero esto no ha surtido efecto e incluso tarda más.
En el colegio, la profesora dice que Beatriz trabaja bien y que no hay dificultades aparentes.
Tras analizar la conducta de la pequeña, observamos que no tiene dificultades de aprendizaje, no muestra problemas en ningún área específica (atención, razonamiento, memoria, lectoescritura…); el problema reside en que la niña está utilizando los deberes para conseguir atención extra de sus padres.
Es capaz de sacrificar su tarde libre con tal de conseguir que estén pendientes y encima de ella para que trabaje.
En este caso, lo que hicimos fue ponerle un horario a Beatriz, en el que quedaba establecido cuándo se merendaba, cuándo se hacían los deberes, el tiempo de juego…
Sus padres le dirían que hasta una hora determinada ella haría sola los deberes, y a partir de esa hora establecerían diez minutos para jugar juntos.
Se trataba de cambiar ese rato de atención “en negativo”, con riñas, protestas, insistir para que hiciera los deberes…, por un rato de juego.
Si a la hora estipulada Beatriz no hubiese terminado los deberes porque se hubiera demorado adrede con protestas, sus padres no le insistirían más, se irían a jugar con su hermana Blanca, y a ella no la dejarían participar en el juego hasta que tuviera su tarea terminada.
Con este sistema, en una semana, Beatriz pasó a hacer sola los deberes en un tiempo razonable, y a jugar con sus padres, en lugar de utilizar las tareas escolares para llamar la atención.