Cómo gestionar tus “defectos” sin dañar tu autoestima — Claves de la psicóloga María Jesús Álava Reyes
¿Quién no se ha lamentado alguna vez por ser “demasiado” algo: demasiado impaciente, perfeccionista o tímido? En el último episodio de La Brújula (Onda Cero), nuestra directora María Jesús Álava Reyes repasa por qué los llamados defectos nos pesan tanto y cómo transformarlos en palancas de crecimiento personal.
1. ¿Qué es realmente un “defecto”?
En psicología hablamos de rasgos o tendencias desadaptativas, no de etiquetas grabadas a fuego. Un defecto solo lo es cuando perjudica de forma repetida tu bienestar o el de los demás. Del mismo modo que un medicamento en la dosis correcta cura y en exceso intoxica, muchos rasgos negativos nacen de cualidades positivas mal calibradas:
Rasgo en exceso | Virtud de origen |
Perfeccionismo paralizante | Búsqueda de la excelencia |
Impulsividad | Pasión y energía |
Timidez extrema | Prudencia y observación |
2. El impacto de los defectos en la autoestima
Según explica Álava Reyes en el podcast, gran parte del sufrimiento emocional surge de confundir “tengo un defecto” con “soy defectuoso”. Esa identificación absoluta alimenta la vergüenza tóxica y sabotea cualquier intento de cambio. En otros casos, la persona cae en la autodefensa (“yo soy así”) y se niega a ajustar conductas que hieren a su entorno. Ambas posturas impiden el desarrollo personal.
3. Cuatro pasos para transformar tus imperfecciones
- Haz un inventario honesto pero compasivo
- Anota el rasgo que te preocupa.
- Describe en qué contextos aparece y qué efectos produce.
- Evalúa cuánto malestar real genera (0–10).
Esta mirada objetiva reduce el dramatismo y te da un punto de partida medible.
- Busca la virtud subyacente
Todo defecto es una virtud “pasada de rosca”. Pregúntate: ¿Qué intención positiva hay detrás? Descubrirla te permite redirigir la energía hacia comportamientos más saludables. - Diseña micro‑metas SMART
Sustituye el propósito vago “dejar de ser impaciente” por metas concretas:- “Contaré hasta 5 antes de responder en las reuniones de los lunes durante un mes.”
- “Cada tarde dedicaré 10 minutos a revisar mi trabajo antes de enviarlo.”
Pequeños logros sostenidos reprograman el hábito y refuerzan la autoeficacia.
- Aplica la autocompasión guiada
La investigación de Kristin Neff demuestra que la autocrítica severa no acelera el cambio; lo bloquea. Sustituir el látigo interior por un tono comprensivo (“Me cuesta, pero estoy aprendiendo”) favorece la resiliencia y las recaídas más cortas.
4. Herramientas prácticas recomendadas
- Registro cognitivo: anota pensamientos automáticos cuando tu “defecto” se active y rebatelos con evidencias objetivas.
- Técnica del semáforo: visualiza rojo (detente), ámbar (respira) y verde (actúa) para regular impulsos.
- Humor terapéutico: reírte de tu tendencia —sin burla— reduce la vergüenza y relaja el sistema nervioso.
- Feedback 360 equilibrado: pide a personas de confianza ejemplos concretos de cuándo tu rasgo ayuda y cuándo estorba. Ganarás perspectiva sin dramatizar.

5. ¿Cuándo acudir a un psicólogo?
Si pese a tus esfuerzos el rasgo sigue provocando:
- Conflictos recurrentes en pareja o trabajo.
- Alta ansiedad o culpa crónica.
- Autoboicot (procrastinación extrema, abandono de metas).
Un proceso terapéutico integrador —como el que ofrecemos en el Centro de Psicología Álava Reyes— combina técnicas cognitivo‑conductuales, mindfulness y entrenamiento en habilidades sociales para lograr cambios estables y medibles.
Cada imperfección es un área para cultivar nuestra flexibilidad
Como concluye Álava Reyes, la meta no es abolir los defectos, sino convertirlos en maestros. Cada imperfección señala un área donde puedes cultivar la flexibilidad, la tolerancia y el aprendizaje continuo. Cuando transformas la autocrítica destructiva en autoconocimiento activo, tu autoestima deja de depender de un estándar inalcanzable y se apoya en la certeza de tu progreso diario.