¿Tú también te sientes culpable por no dedicarle tiempo a tus hijos? Bárbara Martín para «HOLA»

No eres el primero ni serás el último en sentirse así. Los estereotipos y presión social tienen mucho que ver con ello, pero también el no compartir un ‘tiempo de calidad’ con tu familia

La conciliación entre vida familiar y laboral no es fácil, si no, que se lo digan a muchos padres. La gran mayoría te confesarán que se sienten culpables por no dedicar a sus hijos más tiempo. Les gustaría hacerlo, pero el trabajo y la rutina diaria, con las decenas de tareas del hogar que a veces se acumulan, se lo impiden. Al final, acaban por convertirse en los protagonistas de nuestro día a día.

Sin embargo, la realidad es que nos falta tiempo para todo: queremos salir a correr, dedicarnos una cena con nuestra pareja, atender a nuestros hijos y tener la casa impoluta, además de cumplir con todo lo que nos requiere la jornada laboral. Tener poco tiempo para cada cosa es, al final, hasta comprensible. El sentimiento de culpabilidad, por tanto, se convierte en algo generalizado para todos los padres. Si es tu caso, “el error no está en sentirlo”, nos cuenta Bárbara Martín Martí, psicóloga en el Centro de Psicología Álava Reyes y coautora de El arte de educar jugando (JDEJ Editores), “sino en no hacerle caso”.

Una vez lo hayas identificado, este sentimiento no puede condicionar ni repercutir en tu vida normal, simplemente tendrás que organizarte mejor y distribuir bien tu tiempo. Es un sentimiento que aparece, nos dice la psicóloga, “por un choque entre los estereotipos que nos hemos creado y la realidad”. Puede llegar a generar una sobreprotección para cubrir todas las necesidades de los niños, principalmente materiales y que generan respuestas positivas e inmediatas en los niños, pero no son el camino. Sobre todo ello, hemos hablado con Bárbara Martín.

A nivel general, ¿nos sentimos culpables por no atender bien a nuestros hijos?

Sí, en la consulta observamos que las personas actúan muchas veces bajo un guión preestablecido, como una especie de plan de vida que ha sido creado para todos. Nos han transmitido que, para ser felices, debemos ser exitosos, tener un buen sueldo y una buena casa, además de varios hijos. Pero, ojo, no muy tarde, porque se nos pasa el arroz. Además, tenemos que seguir practicando deporte, comer sano y cocinar nosotros, viajar, etc. Tenemos que tener tiempo de atender a la familia y a los amigos, pero sin descuidarnos a nosotros mismos. Es decir, que tenemos que ser de otro planeta.

Al final, vivimos en una cultura del ahora, del ya. Una cultura en la que, si se nos acaba la pasta de dientes, con un simple clic tengo una nueva en casa y en poco tiempo. La cultura del todo es posible. Esto hace que se haya creado la necesidad de vivir una maternidad o paternidad poco realista, lo que nos genera un exceso de frustración y culpabilidad.

Este sentimiento, ¿es igual para los padres que para las madres?

Hoy en día, afortunadamente, los papeles en la crianza son cada vez más equitativos. Aún así,  nos queda un largo camino por recorrer hasta que esa igualdad sea una realidad completa y hasta que la conciliación vaya de la mano de la corresponsabilidad . Es lo que vemos diariamente en consulta, se mantienen vigentes los estereotipos de género asociados a la crianza que imperan en el imaginario colectivo y son las madres las que, por lo general, lo sienten más.

¿Estas emociones pueden ser transmitidas a nuestros hijos, aunque no lo queramos?

Como explicamos en el libro, los padres, a veces, nos sentimos culpables por no poder estar más tiempo con nuestros hijos. Para compensar esa culpabilidad, en vez de dedicar tiempo de calidad a la familia, dedicamos el poco tiempo que tenemos a saciar sus deseos y a complacerlos de manera incondicional. Eso es lo que nos pasa.

Para hacerlo bien y no saciar esos deseos de manera incondicional, ¿cómo nos enfrentamos al sentimiento de culpa?

Como sucede en todas las emociones, no es cuestión de enterrar ese sentimiento o buscar minimizarlo. Debemos hacerle caso. Las emociones nos dan información sobre quienes somos y qué necesitamos, es decir, nos avisan de cómo nos influye lo que está ocurriendo en nuestro entorno. Recordemos que, hasta cierto punto, esta emoción es productiva y nos puede ayudar a mejorar si nos centramos en lo que nos está diciendo, recapitulamos hechos y nos centramos en las posibles soluciones.

Otra cosa muy distinta es, o bien que tengamos la tendencia de culpabilizarnos de todo lo que hacemos y ocurre, o bien que no toleremos sentir esta emoción y que nos paralice o que sea consecuencia de una hiperexigencia. En estos casos, debemos pedir ayuda.

Es responsabilidad de todos. Ahora es tiempo de comprensión y generosidad.

Consejos para gestionar el sentimiento de culpabilidad

  • Planificar de antemano un tiempo de ocio con los niños y respetarlo. Son tiempos de exclusividad. Pueden ser actividades conjuntas en casa (como la lectura), pero también es importante que algunas sean fuera de casa.

  • En los momentos en los que juguemos con ellos y les dediquemos tiempo, hay que eliminar pantallas, móviles y dejar de mirar constantemente la bandeja de correo electrónico.

  • No se trata de estar más o menos tiempo con nuestros hijos, sino que ese tiempo sea de calidad en cuanto a comunicación y afectividad.

  • Muy importante, no demonizar el trabajo por ser quien nos roba el tiempo. Hay que enseñarles a nuestros hijos desde bien pequeños la importancia del esfuerzo y del propio trabajo, que entiendan y valoren que el trabajo será el medio para conseguir un fin, para realizarse como persona. Si no lo hacemos, no le inculcaremos a nuestros hijos el valor del trabajo y enseñarles que las cosas hay que ganárselas.

  • No se debe asumir por parte de una sola persona todas las responsabilidades de la casa. No hay que sobrecargarse, hay que delegar tareas según las capacidades de cada uno y disfrutar todos juntos del hogar.

  • Por último, también se deben permitir los espacios de intimidad y privacidad, momentos personales y para la pareja. Se necesitan y se deben tener.