El fracaso es la forja del verdadero éxito. Óscar Pérez para «Magisterio»

Rubén Villalba
Magisterio

El psicólogo Óscar Pérez reúne en un libro casos de fracaso que acabaron en éxito; de problemas que dieron paso a soluciones; de jóvenes que, en plena crisis existencial, descubrieron su sueño e incluso emprendieron.

De la revolución de los 20 al dilema de los 30. Y, entre medias, un mar de dudas en el que, sin embargo, nos podemos reencontrar. Así lo plantea, junto a un grupo de psicólogos, Óscar Pérez (Madrid, 1987) en ¿Qué hago con mi vida? (La esfera de los libros), más que un libro, manual de supervivencia para jóvenes, y no tan jóvenes, en tiempos de pandemia.

—El futuro se ha convertido en tema de riguroso presente.
—Sobre todo, desde el inicio de la pandemia. En la juventud esto resulta devastador porque es la etapa de la vida ya de por sí más marcada por la incertidumbre. La infancia y la adolescencia están guionizadas por la escolarización y a la edad adulta se procura llegar con la vida resuelta. Todo lo que ocurre entre medias es lo que llamamos juventud. La mayoría de cambios trascendentales tiene lugar entonces.

—¿Qué se puede hacer con el futuro, o sea, con un tiempo que todavía no es?
—Muchísimas cosas: fantasear, anticipar, ilusionarse, planificar… Todos son verbos “mentales”, pero nuestro interés por el futuro va más allá de lo que ocurre en nuestra cabeza. Cuando estudio, cuando aprendo una destreza, es el futuro lo que está guiando mi conducta, pues el fruto de ese esfuerzo se verá más adelante.

Tenemos una generación con ganas de trabajar, pero en un mercado laboral precario emprender se hace cuesta arriba

—¿Se nos enseña a pensar?
—Hay ciertas cosas que deben aprenderse de manera autónoma. Los padres y educadores pueden apoyar, pero también deben dejar a los jóvenes cometer sus propios errores para que así aprendan a identificarlos como tales. En mi profesión no he dado con padres que pretendiesen que sus hijos no pensasen, pero sí que no sufriesen. Evitar los sufrimientos no solo es imposible, sino que ni siquiera es deseable: son necesarios para aprender a levantarse.

—Se habla del emprendimiento como la llave del futuro, pero ¿cómo emprende un joven en un momento de incertidumbre y precariedad?
—Emprender es una iniciativa fantástica, pero no podemos vender como la llave universal algo tan complejo. Algunas propagandas parecen situar la responsabilidad del paro juvenil en el tejado de los jóvenes, como si encontrarse parado se debiese solo a que uno no está teniendo la suficiente diligencia. No puede ser que con una mano estemos repitiendo el mantra de “la generación mejor preparada de la historia” y con la otra acusándola de “acomodada”. Tenemos una generación con ganas de trabajar, pero en un mercado laboral precario y con un sueldo de becario emprender se hace cuesta arriba. Entonces el aval familiar se antoja como solución, aunque no todos están dispuestos a depender del mismo por su afán de emanciparse o el apuro de comprometer a sus padres, por no hablar de las familias que ni siquiera pueden permitírselo. Así que esa llave queda en manos de las políticas que estimulen el emprendimiento.

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