La melancolía

La melancolía, más que una emoción puntual, es un sentimiento que acompaña a muchas personas a lo largo del tiempo.

En general, asociamos la melancolía a personas sensibles, que parecen añorar algo que perdieron, y que pasan gran parte de su vida suspirando por esa felicidad que disfrutaron.

Todos podemos tener momentos de melancolía, y eso no debe asustarnos; algo muy diferente es vivir en una situación de tristeza constante o desesperanza permanente.

En este artículo vamos a tratar de profundizar en qué sienten las personas melancólicas y en cómo superar esa emoción que les impide vivir plenamente.

Qué es la melancolía

«Desde un punto de vista clínico, la melancolía se enmarca dentro de los “Trastornos del Estado de Ánimo”. Se trata de episodios o síntomas hipomaníacos o depresivos alternados, o mixtos, que provocan un malestar clínicamente significativo o un deterioro social, laboral, o de otras áreas importantes de la actividad del individuo».

En un lenguaje más coloquial, ¿cómo podríamos definir la melancolía?

En un lenguaje más coloquial, podríamos definir la melancolía como un estado de profunda tristeza y añoranza continuada, que se mantiene en el tiempo, y que suele darse en personas que son muy sensibles, pero también muy vulnerables emocionalmente.

Personas que se han anclado en una etapa pasada de su vida o incluso que añoran algo que nunca han tenido.

Características de las personas melancólicas

En general, tienen pocas defensas y escasos recursos ante situaciones potencialmente delicadas. Para ellas todo es extremo: el dolor que sienten, el desengaño que experimentan, el sufrimiento que las envuelve…

Recrean una y otra vez aquello que les hizo daño: rememoran las situaciones que vivieron, miran las fotos de las personas que perdieron, de esos amores imposibles o esos amigos que ya no están, o se encierran escuchando la música que les devuelve a sus recuerdos…

«Las personas melancólicas “tiran la toalla”, creen que sólo la vuelta de esas situaciones que tanto añoran podría traerles de nuevo la felicidad perdida, pero se equivocan profundamente. La psicología nos demuestra que aunque nuestras circunstancias no sean favorables, podemos conseguir estar bien y sentirnos mejor con nosotros mismos, y no es necesario que vuelvan determinadas situaciones para volver a experimentar felicidad o bienestar».

Cómo superar la melancolía

Un aspecto previo es decidir que queremos superar ese estado de melancolía.

Ya hemos comentado en otros artículos que la psicología nos enseña que todo lo que se aprende de la misma forma se puede desaprender; igual que nos hemos entrenado para pasarlo mal podemos entrenarnos en ser más realistas y enfocar la vida de forma objetiva.

A continuación, recordemos que lo primero que debemos conseguir es aprender de nuestras experiencias. La educación que recibimos falló en algo crucial: nos enseñaron a sufrir, a fijarnos en lo negativo…, y de adultos, sin darnos cuenta, seguimos haciendo lo mismo.

Las personas melancólicas parecen estar especialmente atentas para sufrir ante cualquier contratiempo. Se pasan la vida sufriendo inútilmente. Se plantean, por ejemplo, ¿cómo voy a estar bien si el pasado que anhelo ya no volverá?, o… ¿para qué me sirven las experiencias que viví? La respuesta es contundente: Para extraer lo “útil” de todo lo que vivieron. Entonces sí que conseguirán cambiar el rumbo de sus emociones, porque con esas reflexiones aprenderán de sus vivencias y se darán cuenta que el presente, sólo el presente, es lo que les pertenece, y que el futuro dependerá, en gran medida, de cómo actúen hoy y de las ilusiones que se forjen.

En consecuencia, seamos positivos y prácticos, para que la melancolía nos abandone, y dentro de poco sea un recuerdo lejano en el tiempo.

De forma muy práctica, ¿qué pueden hacer las personas melancólicas, para cambiar esos hábitos que les resultan tan perjudiciales?

  • Creer en ellas mismas, saber que pueden recuperarse emocionalmente y volver a sentirse bien. Para ello, hablaremos en primera persona, invertiremos los recuerdos, nos esforzaremos por traer a nuestra mente situaciones en que nos sentimos felices.
  • Confiar en nuestras posibilidades. Programar actividades con las que siempre nos hemos sentido bien y nos han procurado mucha satisfacción (justo al contrario de lo que suele hacer la persona melancólica, que se sumerge en actividades y pensamientos que la hunden aún más en su melancolía).
  • Mimar a nuestros amigos, en lugar de machacarlos contándoles siempre nuestras tristezas. Y mimar, entre otras acciones, es intentar compartir con ellos actividades gratificantes y estimulantes.
  • Esforzarnos en controlar nuestros pensamientos catastrofistas. Todos aquellos en los que utilizamos adjetivos como: horrible, terrible, espantoso, horroroso, catastrófico, fatal…; adjetivos que emplean con mucha frecuencia las personas melancólicas, y que les provocan un profundo malestar.
  • Enumerar todas las cosas positivas que nos han dicho en algún momento de nuestra vida. Escribirlas en una lista. Leer esa lista cada vez que nos sintamos tristes.
  • Romper la tendencia de quedarse en casa y hacer ejercicio físico todos los días, para que nuestros neurotransmisores jueguen a nuestro favor.
  • Buscar proyectos que nos ilusionen a corto, medio y largo plazo, y, lo más importante, dar el primer paso para conseguirlos.
  • Utilizar al máximo el sentido del humor y, por favor, no dudemos en reírnos, reírnos y reírnos, aunque no nos apetezca, pero reírnos como si estuviéramos viviendo los mejores momentos de nuestra vida; de esta forma, aunque parezca una tontería, pondremos la mente a nuestro favor.
  • La risa es tan poderosa y tan beneficiosa para nuestro estado de ánimo que nunca nos cansaremos de insistir en que reírnos es una de las mejores medicinas para nuestro organismo.

Reflexión final

La tristeza, como la melancolía, pueden ser contagiosas, pero el  mejor antídoto para ambas es la ilusión. Busca siempre una ilusión que te anime, te estimule y alegre tu corazón.

FUENTE: muysegura.com