María Jesús Álava Reyes, psicóloga: «Un buen estado de ánimo durante la crisis del coronavirus mejora nuestras defensas»

Al frente de un gabinete formado por 38 psicólogos, esta mujer calmada y sensata figura en el ranking Top 100 Mujeres Líderes en España. En un ambiente dominado por la angustia y la incertidumbre, sus palabras son una especie de bálsamo. «De esta crisis saldremos siendo mejores personas.»

Recomienda la psicóloga, profesora y autora de exitosos libros María Jesús Álava Reyes mantener la calma en estos momentos de incertidumbre, así como otros consejos. Y nos recuerda que «más del 95% de las veces que sufrimos es inútil e injustificado».

La psicóloga fotografiada en el despacho de su gabinete psicológico. Luis de las Alas

Es mediodía del martes 18 de marzo. Solo han transcurrido dos días desde que el Gobierno decretase el estado de alarma por la crisis del coronavirus. Más de 300 muertos y subiendo. (*Datos en el momento de elaborar esta entrevista, a fecha de publicación de la misma, en España han fallecido 3.434 personas, ya son más muertos que en China). El taxi avanza por las calles de Madrid, tan inusualmente vacías que el inhóspito paisaje parece un decorado de la serie Black Mirror. Pura distopía. «¿Quiere un donut para que el día le salga redondo?», invita el taxista que me lleva al despacho de la psicóloga María Jesús Álava Reyes, autora de libros como La inutilidad del sufrimiento, por citar uno de los más vendidos.

Al frente de un gabinete formado por 38 psicólogos, esta mujer calmada y sensata figura en el ranking Top 100 Mujeres Líderes en España. En un ambiente dominado por la angustia y la incertidumbre, sus palabras son una especie de bálsamo. Tras entrechocar nuestros codos a modo de saludo (el nuevo gesto crea una rara cercanía) y guardar una distancia profiláctica, comenzamos la entrevista. «De esta crisis saldremos siendo mejores personas», predice al final de la charla. Que un taxista con mascarilla reparta donuts entre sus clientes no deja de ser un buen síntoma.

Pregunta. ¿Cómo le está afectando personalmente la crisis del Covid-19? ¿En algún momento se ha sentido vulnerable ante este enemigo invisible?

R. Yo soy lo contrario al miedo. En ese aspecto no pienso que voy a enfermar; es más, no recuerdo haber tenido una gripe en mi vida. Salvo cuando me han tenido que operar de algo, jamás he estado de baja. En ningún momento he pensado en ese posible riesgo personal ni en que yo pudiera ser una posible fuente de contagio, aunque tomo las medidas recomendadas por Sanidad. No me ha perturbado la vida; solo me ha preocupado cómo proteger a mi gente y cómo dar el mejor servicio.

P. ¿Cuáles son las consultas más recurrentes que está recibiendo su Centro de Psicología Álava Reyes?

R. Estamos teniendo muchísimas anulaciones, a pesar de ofrecer la posibilidad de consultas online, ya sea porque son personas mayores que no se manejan con las nuevas tecnologías o porque hay mucha gente teletrabajando o con niños. Por eso, en algunos casos estamos reduciendo el tiempo de consulta de una hora a 30 minutos. Y luego hay personas que nos llaman para ver cómo pueden ayudar a otros familiares, pacientes anteriores con ciertos miedos (incluidos algunos con trastorno obsesivo de la conducta) o que buscan cómo resolver problemas de convivencia al estar 24 horas juntos, especialmente con niños.

P. Supongo que se han disparado los cuadros de angustia…

R. Los primeros días nos llamaron muchos padres con bebés o con niños pequeños porque temían que hubiera desabastecimiento de pañales o de determinados fármacos. También se nota angustia entre hijos cuyos padres están con las defensas muy bajas. Como no pueden ir a ayudarles, sienten una incapacidad y una impotencia enorme pensando que les están fallando en un momento crucial.

P. ¿Y cómo los consuelan?

R. Diciéndoles que la mejor forma que tienen de proteger a sus padres es cuidándoles, pero desde fuera: preparándoles la comida, hablando con ellos por teléfono… Pero claro, no pueden verlos, y a algunos les cuesta asumirlo. En estos casos, les decimos que expongan sus preocupaciones, ayudándoles a identificar lo que realmente pueden hacer por ellos. Es decir, transformamos su preocupación en una actividad ocupacional que les ayuda a conseguir su objetivo. Y eso les da mucha tranquilidad.

P. ¿Es cierto que hay enfermos imaginarios que en situaciones de estrés desarrollan una sintomatología propia?

R. Sí. Una persona miedosa o hipocondriaca que escucha hablar de los síntomas que puede tener un afectado por coronavirus -desde hiperventilación a dolor muscular o aceleración de ritmo cardiaco- empiezan a sentirlos. El miedo produce tal estado de alerta en su organismo que pueden incluso desarrollar una fiebre momentánea.

P. ¿El miedo se ha contagiado a mayor velocidad que el propio virus?

R. En España, la comunicación al comienzo de la crisis ha sido muy confusa, y eso ha contribuido a que muchas personas pensaran que no ocurría nada y ahora se ha expandido el miedo. Se intentó tranquilizar tanto a la ciudadanía que luego costó mucho concienciarla de que la situación era crítica.

P. ¿Qué podemos hacer para evitar el pánico?

R. Una persona que está en pánico no razona, porque tiene el sistema nervioso autónomo en alerta. No le puedes decir que se tranquilice, sino darle unas pautas de actuación, es decir, disparar lo que en psicología llamamos un «reflejo orientador». Una técnica muy sencilla para rebajar el pánico es mojar la nuca con agua fría y meter los pies en agua caliente; en situaciones más leves se puede mojar las muñecas en agua fría durante un par de minutos. Después, cuando la persona afectada está más calmada, se le pueden dar una serie de instrucciones para que ocupe su mente de forma mecánica.

P. ¿Podemos hablar de una reacción colectiva provocada por esta nueva peste?

R. No hay un estado colectivo, sino estados individuales. Hay mucha gente que está en la negación. De repente, dan positivo por coronavirus y su primera reacción es: «Esto no me puede pasar a mí». Otros sienten rabia y reaccionan con indignación ante una situación que consideran injusta. Imagínese, por ejemplo, una persona que ha superado una enfermedad oncológica pero que vuelve a ser población de riesgo porque su sistema inmunitario está bajo, y otros entran en pánico. Muchos se sienten desbordados por la situación porque están sufriendo la cuarentena con niños y familiares, y entonces les tienes que dar recursos para poderlo sobrellevar. Y luego hay gente que canaliza sus miedos y ponen el foco en cómo ayudar a su entorno: son, sin duda, los que mejor lo llevan.

P. Según una médica de familia que lanzó un audio por Whatsapp, «está habiendo una manipulación emocional y psicológica de la población basada en hechos objetivos clínicos de la infección por coronavirus; hechos que no son mucho más graves que los de la gripe o el sarampión». ¿Está de acuerdo?

R. Estoy totalmente en desacuerdo. A la gente le tenemos que contar la realidad, y la realidad es que estamos en una situación de emergencia sanitaria desconocida hasta ahora. La realidad es que se está muriendo mucha gente, que nuestro sistema sanitario está al borde del colapso, que la virulencia es enorme y que los enfermos a lo mejor necesitan 15 días de estancia en UCI. Los mensajes que se lanzaron al principio, seguramente por desconocimiento, han sido tan dañinos que insistir ahora en que esto es poco más que una gripe, me parece una irresponsabilidad. En estos momentos, los médicos de nuestro país tienen tantas limitaciones que están empezando a decidir qué enfermos tienen prioridad en el tratamiento.

P. En su libro «La inutilidad del sufrimiento» afirma que «más del 95% de las veces que sufrimos es inútil e injustificado». ¿Qué parte de sufrimiento es innecesario en esta situación de alarma general?

Todo aquel que nos quita capacidad de reacción y nos resta energía para centrarnos en lo que realmente nos puede ayudar. En este momento, es imposible que no sufras si tienes un familiar enfermo o conoces a alguien cercano que acaba de fallecer. No pedimos la insensibilización de las personas, pero aconsejamos no sufrir inútilmente por aquellas cosas que en este momento quedan en un segundo plano.

P. ¿El encierro obligado puede convertir cada hogar en un Gran Hermano?

R. Es una situación muy difícil en la que va a salir lo peor y lo mejor de cada persona, porque nos vemos obligados a convivir las 24 horas del día. Teniendo en cuenta que hay parejas que se llevan mal, matrimonios con hijos pequeños, personas dependientes, etcétera, deberemos tratar a cada persona en función de cómo es, no de cómo nos gustaría que fuera. De esta forma evitaremos que la situación se deteriore.

Tenemos que planteamos cómo queremos ser y actuar para lograrlo. Si nos dan las pautas necesarias, sobre todo desde el ámbito sanitario y educativo, terminaremos siendo una sociedad mejor.

P. Si la convivencia es dura, ¿el confinamiento es peor para los que viven solos?

R. Depende de cada persona. Unos llevan bien la soledad y para otros estar solos puede ser un auténtico drama. Pero estar encerrado no significa estar incomunicado. Lo ideal es que se intensifique la comunicación con familiares, amigos o vecinos, utilizando todos los medios que la tecnología pone a nuestro alcance.

P. ¿Por qué es importante el autocuidado?

R. Durante el confinamiento, cuidarse a uno mismo es fundamental. Que estés encerrado en casa no quiere decir que termines abandonándote. Hay que asearse, vestirse adecuadamente, controlar la dieta… Si la imagen que tú empiezas a ver es de deterioro, eso es lo que sientes emocionalmente. Ante eso, un buen estado de ánimo contribuye a elevar nuestras defensas y a mejorar nuestro sistema inmunitario.

P. España es el país europeo que más somníferos y ansiolíticos consume. ¿Teme un repunte, teniendo en cuenta que la cuarentena se alargará más de los 15 días anunciados?

R. Es previsible, sobre todo si tenemos en cuenta que, dentro de nuestro sistema nacional de salud, el porcentaje de psicólogos es muy pequeño en relación a otras especialidades. A la gente le resulta difícil tener acceso a la atención psicológica a través de la Seguridad Social, y ante eso se puede incrementar la toma ansiolíticos o inductores del sueño. Debería reforzarse al máximo esa atención, y que los recursos sean coordinados.

P. ¿Diez años después de la Gran Recesión, estamos mentalmente preparados para afrontar otro cataclismo, con los sacrificios que eso supone?

R. No se trata tanto de si estamos preparados, porque la crisis del coronavirus nos ha pillado muy de sorpresa, pero sí nos podemos preparar para reaccionar bien. Y creo que vamos a salir siendo mejores personas. ¿Por qué? Porque empezaremos a dar importancia a lo que es vital en la vida. Hay gente que se pasa la vida sin reflexionar y esta crisis nos va a permitir conocernos más. A partir de aquí, tenemos que planteamos cómo queremos ser y actuar para lograrlo. Si nos dan las pautas necesarias, sobre todo desde el ámbito sanitario y educativo, terminaremos siendo una sociedad mejor.