¿Tanto mentimos? Por Irene Villa para YoDona

Leyendo el libro de mi admirada psicóloga María Jesús Álava Reyes, ‘La verdad de la mentira’, me sorprende lo mucho que podemos llegar a mentir. Hay muchos tipos de mentiras: sociales, narcisistas, psicopáticas, mentiras para salvar la vida, mentiras en el trabajo, a los compañeros, a los amigos, a nuestros propios familiares; también hay mentiras que nos dirigimos a nosotros mismos para afianzar, confirmar o justificar aquello que nos interesa o nos conviene.

Las mentiras conllevan sufrimiento y provocan dolor, por ello es importante saber por qué mentimos pero, sobre todo, las consecuencias de esas mentiras. Desde pequeños mentimos para conseguir atención, después: aceptación. Mentir para agradar implica debilidad y falta de confianza en nosotros mismos.

Mentimos en una primera cita para causar la impresión que deseamos. Después, para tener una aventura que, por cierto, pillamos antes nosotras por nuestra habilidad para detectar comportamientos o señales que indiquen una infidelidad. Los hombres tardan más en darse cuenta.

Las mujeres tenemos mayor sensibilidad y aversión a la mentira. Quienes crean una realidad paralela a base de mentiras, demuestran inseguridad e insatisfacción.

La gente miente cuando cree que la recompensa será mayor que la mala conciencia por mentir. Mentimos para 1) ofrecer la imagen que los demás esperan de nosotros y caer bien; 2) provocar daño y sufrimiento; 3) justificar nuestra falta de control; 4) encubrir nuestros fracasos.

Las mentiras de quienes presentan altos niveles de psicopatía hacen mucho daño porque no sienten pena ni remordimientos hacia el dolor que están provocando con sus mentiras.

Y ¿cómo detectar estas mentiras? Generalmente existe tensión en las manos y las piernas, se eleva el tono de voz, se alargan las pausas para poder pensar, suelen utilizarse demasiadas afirmaciones negativas…

Pero ¡ojo con el autodiálogo! Porque las mentiras que más infelices nos hacen y las más difíciles de erradicar, son las que nos decimos a nosotros mismos.

FUENTE: YODONA