Vivir en soledad: cómo buscar el lado positivo de estar solos, según María Jesús Álava Reyes.

María Jesús Álava Reyes
Fuera de Serie/Expansión

Si nos preguntamos si nos gusta sentirnos solos, la respuesta en general es negativa. Pero la soledad se lleva muy bien cuando es una soledad buscada. En estos casos, la persona se siente bien consigo misma y busca momentos para pensar, reflexionar y poner en orden su vida.

La soledad se puede percibir de dos maneras muy distintas: uno puede estar solo o puede sentirse solo. Si cuando estamos solos lo vivimos como un pequeño premio, un descanso merecido, esa soledad, en lugar de asustarnos, nos resultará reconfortante.

Muchas personas conviven con la sensación de sentirse solas aunque estén rodeadas de gente. Esto se ha convertido en uno de los grandes males de la vida en las grandes ciudades y en la civilización occidental. A pesar de encontrarnos en la era de la comunicación, el ser humano puede encontrarse cada día más aislado.

¿Cuándo somos conscientes de que nos sentimos solos? Esta realidad aparece en los momentos más críticos de nuestra vida, cuando lo estamos pasando muy mal y nos damos cuenta de que no tenemos a nadie a quien llamar para desahogarnos, para sentirnos escuchados y encontrar un apoyo.

En sentido contrario, también podemos sentirnos solos cuando queremos compartir alguna noticia positiva que nos ha ocurrido y, dolorosamente, no tenemos con quien hacerlo.

¿La soledad afecta más a las personas sensibles? Quienes tienen esta sensación vital de soledad suelen ser personas sensibles, que se detienen en sus sentimientos y reflexionan sobre ellos. Las consultas de los psicólogos las tenemos llenas de personas que no se sienten queridas ni escuchadas y que creen que nadie las entiende. Hay personas que, a pesar de su familia, sus hijos y sus amigos, se sienten terriblemente solas, aunque jamás lo manifiesten.

¿Viven igual la soledad los hombres y las mujeres? Las mujeres tienen más facilidad para expresar esta sensación de soledad. Son más comunicativas que los hombres y comparten sus preocupaciones, lo cual puede mitigar, en cierta medida, esa sensación de soledad.

A las mujeres lo que les resulta muy doloroso es la soledad afectiva; el no sentirse queridas. Los hombres, en cambio, se relacionan sobre todo en su círculo laboral y suelen hablar de otros temas antes que de sus sentimientos.

Los hombres experimentan más soledad cuando se sienten insatisfechos o fracasados, especialmente en el terreno profesional.

¿Cuándo resulta peligroso sentirnos solos? En general, la mayoría de las personas estamos deseosas de que alguien nos preste atención y de sentirnos queridas, pero no podemos permitir que de ello dependa nuestra felicidad, porque si eso ocurre seremos fácilmente manipulables.

Tener miedo de estar solos es una emoción que puede resultar peligrosa. Ese miedo nos puede llevar a tomar decisiones poco acertadas, aceptar compañías erróneas o exigir a determinadas personas que llenen nuestra soledad.

Consejos

La clave para no sentir soledad es querernos más: de esta forma no dejaríamos nuestra felicidad en manos de los demás. ¿Cuántas veces nos decimos a lo largo del día que nos queremos, o nos decimos lo que nos gusta de nosotros?

Es importante que desarrollemos habilidades para comunicarnos mejor y decir de forma positiva y eficaz lo que pensamos. Una buena comunicación es un gran antídoto contra la soledad.

No hay que tener miedo al rechazo por el hecho de tomar decisiones que los demás no consideren adecuadas. En el momento que perdemos ese miedo, ganamos en confianza y en autoestima.

Es siempre mejor estar solo y ser consciente de ello que buscar desesperadamente una compañía, a costa de cualquier precio.

Pensar que siempre vas a estar solo y que nunca vas a encontrar a alguien que te acompañe y te haga feliz es dar una orden al cerebro para que así sea.

Es importante que aprendamos a disfrutar de las pequeñas cosas que nos hacen sentirnos bien. Sin duda, esas cosas sencillas, cotidianas y habituales nos ayudarán a recuperar la ilusión y la esperanza cuando nos sintamos prisioneros de la soledad.