Niños que toman decisiones, adultos exitosos. Bárbara Martín para la revista «Magisterio»

Desde que nos levantamos estamos tomando decisiones: ¿tostadas o fruta?, ¿camisa de cuadros o a rayas?, ¿voy en coche o en metro? Ahora vamos a dedicar unos segundos a reflexionar sobre cuántas decisiones tomamos nosotros por nuestros hijos, y cuántas de ellas podrían tomar en solitario o bajo nuestra supervisión.

® Orlando Florin Rosu

Permíteles fallar, y cuando lo hagan, no les sermonees, ayúdales a reflexionar sobre lo sucedido y a conectar con sus emociones mediante preguntas de curiosidad

Os invito a cerrar los ojos… Respirad lentamente desde la calma, la serenidad y el no juicio. Haced una lista mental de todas esas situaciones en las que no les dejamos ser autónomos en el día a día. Posiblemente te sorprenda la cantidad de cosas que surgen, son muchas, ¿verdad? Si es así, te interesa seguir leyendo. El que sean autónomos no sólo hace que tenga mayor seguridad en sí mismos y mejor autoestima, sino que fomenta su capacidad de razonar y pensar de forma crítica ante los pequeños dilemas que les van surgiendo en la cotidianidad, convirtiéndose en adultos más capaces de enfrentarse a nuevos desafíos.

La sociedad cambia a un ritmo vertiginoso: tecnologías, nuevas formas de relacionarnos o, sin ir más lejos, la situación de pandemia que estamos viviendo en la actualidad. Todo ello nos debe hacer recapacitar en lo relevante que es educar la capacidad reflexiva y crítica de nuestros hijos, ya que, aunque parezca una perogrullada, el mundo de hoy, no existirá mañana… ¿qué podemos hacer entonces?

  • Yo solo:

    ¿Sabías que los niños con 3 años ya pueden organizar sus juguetes guardándolos en cestas o cajoneras, comer muchos alimentos solos o tirar cosas a la basura? Te invito a que eches un vistazo a las tablas de autonomía por edades y veas qué está capacitado para hacer tu hijo.

  • Escuchar practicando el no-juicio:

    Es recomendable hacer un ejercicio de voluntad, permitiéndoles que expresen sus emociones, opiniones… sin recurrir a la crítica y vigilando nuestras señales no verbales (a su altura, rostro relajado, contacto visual, tono de voz sereno, manos abiertas, caricias o abrazos…).

  • Permíteles fallar,

    y cuando lo hagan, no les sermonees, ayúdales a reflexionar sobre lo sucedido y a conectar con sus emociones mediante preguntas de curiosidad, tales como: ¿cómo te sientes?, ¿por qué crees que ha pasado?, ¿cómo has pensado resolverlo?…

  • Educar en el asombro y la curiosidad:

    Einstein definió el asombro como un prerrequisito de la vida, y no le faltaba razón. Enséñale lo que le ofrece el mundo exterior: misterios de la naturaleza o el cosmos, diferentes culturas o las antiguas civilizaciones. No se trata de que se queden con los datos o informaciones superficiales, sino que profundicen e investiguen, abriéndose un debate sobre lo que han descubierto.

  • Dudo, luego existo:

    Enséñales a ser tolerantes con la ambigüedad, es decir, déjales que permanezcan un tiempo en alguna situación confusa sin precipitarte a resolvérsela. Es uno de los tesoros que les podemos regalar. Según concluyen varios estudios, es uno de los factores clave para la toma de decisiones.

  • El poder del diálogo:

    Sacar temas de conversación sobre cosas de su entorno, debatir y defender la opinión que cada uno tenga, desde la escucha activa, fomentando valores como el respeto y la tolerancia. No hace falta que hablemos de física cuántica, también podemos enriquecernos con los temas banales o que les gusten mucho como cómics o fútbol. Para ello, las preguntas socráticas son de gran utilidad: ¿por qué piensas eso?, ¿podrías explicarnos cómo has llegado a esa conclusión?, ¿eso siempre es así?, ¿puedes darme un ejemplo?, ¿me lo podrías explicar de otra manera?…

  • Acostarse para llegar a la cima:

    Paradójica frase, pero tremendamente cierta. Blaise Pascal, un matemático y filósofo francés, dijo: “Todos los problemas de la humanidad nacen de la incapacidad del hombre para sentarse solo en silencio en una habitación”. Enséñales a parar, a dedicar un momento al día para meditar y prestar atención a las sensaciones físicas, les hace más conscientes de qué ocurre en su cuerpo y cómo se sienten. Aprender a prestar atención a las imágenes que les vienen y los pensamientos que se les pasan por la cabeza, les ayudará a tener mayor conciencia y control de sus vidas. Eduquemos en el valor del autocuidado y la autocompasión.