El confinamiento como oportunidad: una revisión psicológica. Ángel Peralbo para «El Confidencial»

Tenemos que centrarnos en el presente, aceptando lo que va aconteciendo, para favorecer que nuestra mente se vay acomodando a los cambios

Algunos líderes europeos como el presidente francés Emmanuel Macron, ha bautizado el operativo militar como “Resiliencia”, y es valorable el intento, pero es precisamente ese término el que apunta a la capacidad y fortaleza que desarrollamos las personas para enfrentarnos con éxito a las adversidades futuras; dicho esto, en el momento en el que te atrapa el problema, o eres resiliente porque te preparaste o ya solo queda enfrentarte con tus recursos, los que sean. Vivimos una época en la que la mayor pandemia se viene sustentando en problemas emocionales como la ansiedad y la depresión.

Solo la ansiedad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta a 260 millones de personas en todo el mundo y a 25 millones (el 5,4% de la población) en los países de la UE, según el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington (IHME). Esto significa que hemos desarrollado la tendencia a desesperarnos y a sufrir, en circunstancias en las que en realidad, no existe ninguna amenaza real y específica, algo así como una guerra fría, donde bajo una aparente calma vital se palpa la tensión, el cuerpo vive permanentemente preparado para actuar ante el peligro, pero este nunca aparece y llega a ser peor el remedio que la enfermedad, porque la ansiedad supone a la vez nuestra respuesta defensiva natural ante las amenazas y el propio problema que padecemos cuando ese problema no existe en realidad.

¿Y ahora que tenemos la pandemia encima? Esto supone otro nivel, aquel en el que el cerebro no tiene que desencadenar un armamento ficticio, para el por si acaso, sino que lo peor ya está aquí y hay que enfrentarse a ello. «Ya no estás frente al televisor, estás viviendo la película» ,»mejor dicho: es el papel de tu vida» y por lo tanto, no hay tiempo para otra cuestión que no sea asimilar lo que está ocurriendo, lo que te toca a ti, ante este drama y en el momento presente. Quienes desde la Psicología Sanitaria, tenemos experiencia con personas que padecen ansiedad, sabemos que pueden llegar a sufrir mucho más cuando anticipan problemas que cuando se enfrentan a ellos; está demostrado que el cerebro cuando tiene ante sí un problema real, pone en marcha recursos dirigidos a la acción y en caso de que no haya mucho o nada que hacer, se dirige a la aceptación y asimilación; en cambio, cuando el problema no existe, al menos en el momento presente, se desorienta y patina a través de cogniciones agoreras, catastrofistas o simplemente mortificantes.

Cuando el cerebro tiene ante sí un problema real, pone en marcha recursos dirigidos a la acción o se dirige a la aceptación y asimilación

Por ello, si nos centramos en el presente y tratamos de experimentarlo tal cual ha venido o tal cual va aconteciendo, favoreceremos que nuestra mente vaya asimilando y acomodándose a este nuevo tiempo. Demostrémonos otra vez, que la inteligencia viene de la mano de la adaptación, de la capacidad para jugar esta partida; podrían haberte tocado otras cartas, quizá en otra mano, tengas cartas mejores… Deja de especular.

El lado bueno de las cosas

Si te ha tocado jugar en casa, haz del confinamiento tu escenario y sácale partido. Tras dos semanas y el “descoloque inicial” puedo decir que he visto familias que están conviviendo mejor de lo que se hubieran imaginado en una situación como esta, si se la hubieran podido imaginar siquiera, y que tras el desconcierto de los primeros días, están consiguiendo una calma, que una vez por todas y sin escape posible, les está permitiendo resolver ciertos conflictos encallados; jóvenes y adolescentes que tras una primera semana subiéndose por las paredes, están tranquilizándose, aprendiendo a tolerar la frustración y viéndose obligados a sacar lo mejor de sí mismos; niños y abuelos que no hemos sabido muy bien dónde colocarlos pero que ahí están, en el centro del huracán y pobres, a veces sin ser conscientes de lo que está ocurriendo.

Saca partido al confinamiento. Muchas personas, tras el desconcierto de los primeros días están consiguiendo una calma

Dejemos atrás el “si me lo hubieran dicho no lo hubiera creído”. Cuestiones como volver a poner el uso de bolsas de plástico en un altar, preferir el “Turismo cero”, valorar por encima de todo el cierre de fronteras, concebir que protegerte en tu casa no es un acto de egoísmo sino de ayuda a los demás… es una revolución. Sin duda, en este momento lo más saludable es cuidar lo que te queda y aprovechar con plena atención lo que ocurre dentro de cada uno; esa transformación que necesariamente se va a dar y que en nosotros está que sea positiva, inevitable pero positiva, que nos ayude psicológicamente y nos fortalezcalo más posible.

Experimentaremos cómo pasar de respuestas innatas, viscerales, a las elaboradas a través de esta experiencia y la reflexión que debe de acompañar cada día, para que no sea en balde, para que nuestros pensamientos lejos de ver un futuro muy negro, sin dejar de entender un futuro difícil, se centren en un presente que necesita nuestro mayor apoyo con nosotros mismos, primero pero al mismo tiempo, con los demás. Vitalidad, esperanza, todo el derroche que podamos de energía positiva, que la estamos necesitando ya.

En el futuro, los más pequeños no deberán recordar esto como un trauma sino como una situación difícil, donde los adultos fueron optimistas

Y que las próximas semanas sigamos valorando el esfuerzo, la resistencia, la disciplina, para que los más pequeños en un futuro no recuerden esto como una experiencia traumática sino como una situación difícil, donde los adultos pusieron todo su afecto, su optimismo y la seguridad que nunca han de perder; donde los jóvenes y adolescentes podrán descubrir sus propios límites ante un presente que nunca les hubiera preocupado por su temporal incapacidad para preocuparse mucho por el largo plazo, pero que en este momento les brinda una oportunidad para madurar varios escalones seguidos, como personas, como hijos, como futuros gestores de crisis y pandemias mundiales; donde los abuelos tendrán que volver a reivindicar su derecho a la vida digna, que nunca debían de haber perdido y que no paguen ni una vez más los platos rotos de nuestras negligencias legislativas o familiares.

Si ahora tenemos la oportunidad de darles cariño y protección, después habrá que seguir haciéndolo; y donde como adultos, tendremos que ayudar a la reflexión individual y colectiva para que esta terrible experiencia no pase sin que veamos la oportunidad que supone para mejorar nuestros vínculos afectivos, cercanos o distantes a veces, la relación con nuestros vecinos desconocidos, nuestra ciudadanía y solidaridad, la demostración de todo ello con símbolos claramente visibles para que llegue de verdad, nuestro agradecimiento manifiesto como claro indicador del valor que damos a los demás y a nosotros mismos. Este podría ser nuestro legado.